Tengo una armónica
que de tanto no tocarla,
toca.
Paso diario a su lado.
Siempre sonríe,
así a veces no la mire.
Sus dientes, perfectamente alineados.
Delgada y fina.
Si llego a tocarla
se vuelve instrumento
y el silencio entonces no armoniza.
Si llego a tocarla
me vuelvo un medio,
una extraña forma:
me convierto en mí mismo.
Mejor no tocarla.
Tengo una armónica
que de tanto no tocarla,
toca.